
Identifica a tu árbol, si puedes, y observa cómo va cambiando a lo largo de las estaciones, porque incluso un árbol de hoja perenne cambia en el transcurso del año. Intenta visualizar la extraordinaria energía, invisible a nuestros ojos, que asciende desde sus raíces hasta la copa. Si se trata de un árbol del que eres responsable, situado en un terreno de tu propiedad, cuídalo y comprueba que esté sano. Respeta al árbol como un vínculo vital con la belleza que nos rodea. Los altares dedicados a los árboles pueden tener forma de sencillas ofrendas, como una plegaria, un cristal, una piedra o una flor, o pueden ser mucho más complejos. Algunas personas cuelgan adornos o banderas de oración en sus árboles, mientras que otras prefieren que la belleza natural del ser vivo hable por sí misma. Mientras decides la forma que quieres que tenga tu altar, quizás quieras recitar la siguiente plegaria, de los indios chinook:
"Que todo lo que diga y todo lo que piense esté en armonía contigo,
Dios/a/es de mi interior, Dios/a/es que están fuera de mí,
creador/es de los árboles.
Que en mí esté la verdad que trae el viento del pino de la ribera,
la fragancia del bálsamo y del abeto, la gracia de la cicuta.
En mí la verdad del pino de Oregon, erguido, alto,
héroe terrenal de fuerte tronco y corteza a prueba de fuego.
Refugio del árbol de la vida, que la verdad del cedro sea mía,
la verdad del ciprés, el aroma del enebro, la fuerza del tejo.
Que todo lo que diga y todo lo que piense esté en armonía contigo,
Dios/a/es de mi interior, Dios/a/es que están fuera de mí,
creador/es de los árboles.
Que en mí esté la verdad del sauce, amante de los ríos,
del aliso que da tierra, avellano de dulces frutos, roble que reparte sabiduría.
Que en mí esté la alegría del manzano silvestre,
de los grandes arces, la purificadora cáscara sagrada, el amable cornejo.
Entre la elegante verdad del madroño
de ramas de cobre resplandeciente de color y fragancia,
que esté conmigo en la Tierra.
Que todo lo que diga y todo lo que piense esté en armonía contigo,
Dios/a/es de mi interior, Dios/a/es que están fuera de mí,
creador/es de los árboles"
Dios/a/es de mi interior, Dios/a/es que están fuera de mí,
creador/es de los árboles.
Que en mí esté la verdad que trae el viento del pino de la ribera,
la fragancia del bálsamo y del abeto, la gracia de la cicuta.
En mí la verdad del pino de Oregon, erguido, alto,
héroe terrenal de fuerte tronco y corteza a prueba de fuego.
Refugio del árbol de la vida, que la verdad del cedro sea mía,
la verdad del ciprés, el aroma del enebro, la fuerza del tejo.
Que todo lo que diga y todo lo que piense esté en armonía contigo,
Dios/a/es de mi interior, Dios/a/es que están fuera de mí,
creador/es de los árboles.
Que en mí esté la verdad del sauce, amante de los ríos,
del aliso que da tierra, avellano de dulces frutos, roble que reparte sabiduría.
Que en mí esté la alegría del manzano silvestre,
de los grandes arces, la purificadora cáscara sagrada, el amable cornejo.
Entre la elegante verdad del madroño
de ramas de cobre resplandeciente de color y fragancia,
que esté conmigo en la Tierra.
Que todo lo que diga y todo lo que piense esté en armonía contigo,
Dios/a/es de mi interior, Dios/a/es que están fuera de mí,
creador/es de los árboles"
Fuente: "Altares", de Peg Streep. Editorial Obelisco.
1 comentario:
Muy buena post, con el paso del tiempohemos dejado a un lado la maravillosa presencia de la naturaleza, de la comunión y comunicación que se efectuaba con ella.
Me gusto esto.
Saludos!
Publicar un comentario